viernes, 25 de septiembre de 2015

De instinto canibal

Era el sexto velorio al que asistía en menos de un mes, pero él ya estaba acostumbrado al triste ritual fúnebre: el llanto inevitable, las preguntas sin respuestas y los abrazos largos. Vestía adecuadamente para la ocasión, siempre de negro para despistar a la muerte y acudía a cada reunión puntualmente. Siendo uno de los primeros en llegar; saludaba de manera cordial y ofrecía con esmerada aflicción, el pésame a las deudos.  

Luego se retiraba en silencio a un rincón y desde ahí apreciaba cada detalle y movimiento de los asistentes. Con sólo observarlos podía determinar si era un familiar muy afectado o un amigo querido. Un pariente buscando migajas de herencia o un enemigo complacido. Hasta podía diferenciar el dolor de una viuda herida o el de una amante abandonada. El de un esposo aliviado o el de una aventura pasajera. 

Era muy cauto y respetuoso al recibir el café y las galletas que por lo general no probaba. Tampoco apetecía las grandes comidas que ofrecían en los velorios ocurrentes y joviales en los que además, tocaban orquestas y hacían bailar al difunto dentro de la urna. Aquello le parecía tan trillado como espantoso. Una falta de respeto, 

Su mayor pasatiempo, en este tipo de veladas, consistía en imaginar la forma de morir del occiso. Le agradaba pensar en la manera más cruel y despiadada en que se podía perder la vida. Aunque no podía evitar reconocer que de cierto modo, prefería que el muerto haya partido de un modo natural y sin tanto sufrimiento.

Pero sin lugar a dudas, su parte favorita era el cortejo fúnebre. Por lo general, siempre se ubicaba en la parte delantera del último recorrido. Algunas veces, hasta llevaba algún arreglo floral. Incluso, en una ocasión, tuvo suerte de cargar el cajón en un pequeño tramo. Fue muy feliz ese día. Una experiencia que espera repetir pronto. 

Finalmente, cuando el féretro llega al campo santo se angustia un poco. Las lágrimas desgarradoras del adiós para siempre lo desconciertan. Las falsas promesas eternas lo alteran. Le asalta una mezcla de sentimientos encontrados. Porque por un lado, le es complicado entender que uno de sus mejores momentos de su vida está por terminar cuando todos se van. Y por otro, sabe que ahora debe recuperar la compostura y dar inicio a su verdadero instinto una vez más: Desenterrar el ataúd, sacar el cuerpo y empezar a devorarlo. 

viernes, 29 de mayo de 2015

Fuerzas Enemigas

La desgracia empezó con el auto. Un par de pinchazos a la llanta. Nada imposible de reparar. Algo de esfuerzo para cambiarla y unos parches que la reparen. Un pequeño percance. Le podría pasar a cualquiera. Pero luego le siguió unos extraños sonidos en el motor, excesiva emisión de humo por el tubo de escape, falla en los frenos y así hasta que, repentinamente, la batería cumplió su ciclo de vida y quedo inutilizada. No funcionaba nada del auto y arreglarlo tomaría tiempo y dinero. 

Luego continuó el refrigerador, con unos olores rancios de inexplicable origen y unas gotas procedentes de la parte superior me indicaron que el sistema no frost empezaba a fallar. Llamé a la tienda que amablemente me vendió el inmenso aparato que pagué en 48 cuotas, pero nunca me respondieron amigablemente. Y lo que más temía, finalmente, pasó: la nevera dejo de funcionar. A pesar de golpes, suplicios y oraciones, no volvió a encender más. 

Cuando creí que nada más se estropearía, fue el turno de la lavadora. Hacía unos movimientos diabólicos. Como si estuviera poseída. Dejó de entregarme la ropa limpia y con fresco aroma, como sus primeros días; y en cambio ya sólo me devolvía prendas enredadas y percudidas. No me desanimé y encontré la solución lavando a mano, a pesar de frío invernal en la ciudad. 

Había que ver el lado positivo de las cosas, ¿verdad? El vaso medio lleno, ¿no? Sacar una conclusión de todo ello y aprender una valiosa lección para los días. Sonreír a pesar de la mala racha y creer que todo es parte de un plan divino para un bien mayor. Que tarde o temprano, todo pasa y que de eso se trata la vida: superar los obstáculos. ¡Ajá! Era eso. Nadie ha sido feliz sin antes sufrir un poco.  

Todo marchaba en orden y no perdí el optimismo. Parecía haber llegado la calma celestial. Parecía, hasta que noté que toda la casa empezaba a mostrar misteriosas grietas. Las paredes de la sala, la cocina, el baño y los dormitorios se descascaraban sin ninguna causa aparente. Pintar ya no era suficiente. La corrosión era mortal para mis muros. Cubrí con algunas sábanas las múltiples imperfecciones y seguí remando contra la corriente. 

Y entonces me tocó a mí. Inició con una gripe mal curada. Luego, unas ronchas en todo el cuerpo que me mantuvieron unos días en cama y me dejaron terribles dolores de espalda. Cuando traté de reponerme, las piernas ya no me respondían. La desesperación me causó algunos espasmos muy cercanos a paros cardíacos. Perdí la expresión en mi rostro con mi último intento por sonreír. Derrotado y sin esperanza, tomé unas servilletas y un lapicero de mi mesita de noche con el único brazo que aún mantenía cierta movilidad y comencé a escribir aún desvariado...

... La desgracia empezó con el auto...
   

viernes, 27 de marzo de 2015

Friendzone

Inicia la conversación diciendo que eres tan lindo que podrías ser como el hermano menor que nunca tuvo, pero rara vez te presenta a su Mamá porque "no sé que es lo que vaya a pensar de nosotros" y nunca te diste cuenta. ¡Primer aviso! ¡Friendzone!

La invitas a salir, pero sale casi en pijama sin un gramo de maquillaje y no como en sus sexis selfies que se toma hasta en el baño más público. Y mientras piensas que ese puede ser tú día de suerte, te hace caminar una milla para terminar tomando café en el lugar más gay. ¡Alerta! ¡Friendzone!

Sube mil fotos de perros y gatos perdidos a su cuenta de facebook. De ella en distintas situaciones: comiendo, durmiendo, leyendo, cagando. Leyendo y cagando; pero nunca sube una foto contigo. Y si la diosa fortuna esta de tú lado y accede, prepárate a ser etiquetado como el eterno mejor amigo. ¡Advertencia! ¡Friendzone!

Te lleva a un tono sólo porque no quiere ir sola y porque necesitaría de tu ayuda para regresar a casa. Pero aunque te has hecho el mejor peinado y te has puesto tú camisita más ficha, ella ya esta tirándole lente a otro sujeto. Probablemente peor arreglado que tú, quien todavía no se entera que esa noche se irá solo a casa. ¡Así es! ¡Friendzone! 

No deja de hablar de otros tipos que la trataron horrible pero que contigo la pasa genial. Sin embargo, no reemplazaría la amistad por tu amor, jamás. Prefiere seguir sufriendo y usar tú hombro de consuelo sólo para llorar. ¡Cuidado! ¡Friendzone!

Llama a la hora menos pensada para que la acompañes de compras. La mayoría de veces serán las compras más alucinantes, como el mercado para la semana, y algunas otras como las personales. Un vestido, un pantalón, un encaje, que definitivamente contigo no va a usar. ¡Peligro! ¡Friendzone!

Dice que tiene que contarte algo sumamente importante, y resulta que es su nueva fijación por otro patán. Le das mil malditos sabios consejos, pero a ella le valen verga y tú ya sabes como terminará todo porque igual se enamorará del patán. ¡Acostúmbrate! ¡Friendzone! 

Te lanzas a la piscina. Publicas en todas sus redes un rotundo "Te quiero" y luego de esperar siete días, comerte veinte uñas (de manos y pies) y rezar una docena de rosarios a varios santos; al fin te contesta: "Yo también te quiero..." Y ríes como idiota sin leer las letras pequeñitas que dice "...Pero como amigo" ¡Definitivamente! ¡Friendzone!

Trata de animarte diciendo que serías un buen partido para cualquier chica. Que todas se mueren por estár con alguien como tú. Todas, menos ella, por supuesto. Y te alista varias citas a ciegas con sus peores enemigas. Porque si bien, no va a estar contigo, tampoco quiere tenerte lejos. ¡Ajá! ¡Friendzone!

Te decides a recoger la poca dignidad que aún quedó regada en el suelo y te decides marchar. Huir de ese frío lugar. Dejas de contestar el cel. Ya no le das like a sus publicaciones. La dejas en visto en el whatsApp. Te empiezas a querer un poco más. Abrázate, estas escapando de la ¡Friendzone! 

Y luego, todo marcha bien. Conoces alguien mejor. Te enamoras con el corazón. Hasta que una llamada melancólica te hace tambalear de nuevo. Es ella que te necesita ¡Ya! "Esta vez, es", te repites mientras corres a su casa dejando lo nuevo que conseguiste. Llegas y efectivamente está llorando. La abrazas, tratas de consolarla, buscas sus labios pero sólo para escuchar: "te extrañaba tanto mejor amigo, ya no me vuelvas a dejar" 

Sí, es un circulo vicioso que una vez sumergido en él, ya no puedes escapar. No hay inicio ni final. Si lo detectas, corre o te atrapará. Porque no hay nada más peligroso que la temible ¡Friendzone!

viernes, 30 de enero de 2015

Pipiri´s Nice

No te vayas a olvidar que si quieres vender algo (incluso tu alma o tu cuerpo), la mercadería entra siempre por los ojos. A excepción tuya, que entraste por nuestra puerta de la mano de una chica universitaria complicada a la casa más alborotada. Sin sospechar, seguramente, que te tardaría mucho tiempo en encontrar el modo de escapar de esos locos, que luego se convirtieron en tu familia. Aquí llegaste como amiga, te fuiste como hermana.  

También recuerda que el dinero, es preferible conservarlo en un capacho. Como el capacho inmenso que un día dejaste y todavía conservamos con una sonrisa al recordar el por qué de su tamaño. Tal vez no lo sabes, pero es la proporción de esa caja lo que explica tu generosa voluntad. Delante de muchos de nosotros, tu siempre diste más. Ese sacrificio extra que te convierte en una mujer digna de admirar. Extiendes tus dominios como buena hija del inca. No te quedas en un solo lugar.

Si por alguna razón se torna oscuro este nuevo camino que trazas bajo otro cielo, acuérdate que hubo quienes vivieron y estudiaron bajo la luz de la luna y te contaron cien veces la misma historia y que cada vez la escuchaste con la misma atención. Entonces sonreirás y te darán mil veces las ganas de continuar. Hay personas como tú que aprenden las lecciones de una sola vez. Otros como yo comprendemos el mensaje, pero nos cuesta un poco más. Como cuesta dejar ir a un familiar. 

Lleva todos los días y a todas partes tú cartón de "Vendedora Estrella Vitalicia". Es la mejor recomendación que te podemos dar. No le quites el "Paucar"; es la mejor contribución de tu Jefecito, que todavía reniega con cada postulante nueva ahora que no estás. En realidad, con toda inútil que no puede reemplazar tu lugar. Ya sabes como es el viejo. Tú también entiendes la filosofía de Papá. 

Vuelve cuando te hagan falta los consejos de una Tía, o la risa de un Sol. Los hijos de la flaca o un buen vaso de naranja mareña con alcohol. Para reírnos eternamente del gas fétido frente al monitor. Ven o iremos para no perdernos la nueva vida de Nicolás. Y para hablar tendido en esas interminables sobremesas que eran de nunca acabar. 

Pero sobretodo, vuelve de vez en cuando para que no te vayas a olvidar que esta casa que viste caer y levantarse, también es tu hogar. Sólo que aquí ya nunca serás Dina, para nosotros siempre serás la "Pipiri´s Nice". Pipi, para los que te queremos de verdad.  

viernes, 29 de agosto de 2014

Fue, lo que pudo ser.

- "¿Por qué carajo me dejaste en la friend zone, ctm?"
- Señor García Márquez, como su editor; le sugiero que cambie de título. 
- Ya, entonces ponle "El amor en los tiempo del cólera".

- "Oe, juegate un pucho pe"
- Cámbiele el título, Sr. Ribeyro, por favor. 
- Ya, ya. Se llamará "Sólo para fumadores". 

- "Amea, pa cachar pe´"
- Que locaso eres Bryce, pero no se puede llamar así. 
- Entonces, que se titule: "El huerto de mi amada".

- "Gallina vieja da buen caldo"
- Pero Marito, ¿cómo le vamos a titular así a tú novela?
- Que se llame "La tía Julia y escribidor", entonces.

- "La wea ke esta largazo, culiao""
- Ya pues Bolaño, el libro no se puede llamar así. 
- Ke se llame "2666" y no me joda más, ¿cachay?

- "Pajaro de mierda"
- Mr. Poe, así no le vamos a poner al poema.
- Ya pues, que se llame "El cuervo".

- "Más bitch que Katty García"
- No seas pendejo Capote. No se puede llamar así el libro. 
- Ok, pónganle "Desayuno en Tiffany´s" si se quieren hacer los estrechos. 

- "Que rosquete este huevón"
- ¡Así no va a llamar a su novela Sr. Wilde!
- Uhmm... que se llame "El retrato de Dorian Gray". 

- "¡Ptm, weon, estoy durazo por tanta coca y heroína!"
- Alberto Fugget, así no le vamos a poner. 
- Llámalo "Mala Onda", y listo.

- "Soy soltera y hago lo que quiero"
- Rosita Montero, ya te he dicho que ese título no va. 
- Entonces, que sea la "Loca de la casa". 

-"Erecciones, eyaculaziones, exhibiciones"
- Lo siento Sr. Bukowsli, pero...
- ¡Ponle así rctm! ¿Qué cha´ me vas a corregir?  

- "A orillas del río Piedra me senté y lloré"
- ¿Otra vez con eso Sr. Coelho? No se puede esforzar un poco más. 
- "A orillas del río Piedra me senté y lloré"
- Ya que chucha, mándenlo a imprenta así. 

viernes, 27 de junio de 2014

Adrenalina para salvajes

...El fútbol es para los hombres lo que las telenovelas es a las mujeres... Donde Messi es una suerte de Eduardo Capetillo, Neymar es un Fernando Colunga... Y claro, Cristiano Ronaldo es como Sebastián Ligarde... Puede que este equivocado... Sería obvio, nosotros no sabemos de novelas... De cada 10 mujeres, a tres el gesta el fútbol... Dos de ella miran un encuentro por los jugadores... La otra realmente esta interesada en el juego... Si la conoces, la tienes que enamorar... Y si es de tú mismo equipo, hazlo pero ¡ya!... 

... No confíes en un hombre que no le guste el fútbol... Mucho menos, si se expresa mal de él... Como ama este deporte, te amará a ti... Lo que hace en la cancha, te lo hará en la cama... La pasión con la que uno va tras el balón, es equitativa a la fuerza con la que uno persigue sus sueños... La adrenalina que uno genera jugando, no la obtienes imaginando... Los flojos no sirven en el fútbol... Imagínate a un holgazán pateando al arco... Lo que no puede hacer verticalmente, nunca lo hará horizontalmente...  

... Este deporte une... No hay mayor pretexto para reunirse que una pichanga... Fútbol y alcohol van de la mano... Por consecuencia, mujeres también... Quienes han mezclado violencia en el juego, aún no lo comprenden... Por eso existen jugadores que tratan de explicarlo de una mejor manera... En el campo... Como Pelé y Maradona... Ellos inventaron la magia que todavía no podemos descubrir... Esa jugada que no te sale... Ese pase que fallas... Ese gol que no haces... Sólo les pasa a ellos... Y siempre será así...

... El fútbol se aprende en la calle... Nadie ha esperado crecer para matricularse en una academia... Es el deporte más fácil de practicar y el más difícil de olvidar... Empieza con un balón y un par de piedras... Termina cuando el gordito se lleva su pelota... Cuando te bajas la luna de una vecina... O tú Mamá te llama... Las Mamas siempre han estropeado los mejores partidos del mundo... Imagina a Robben metiéndole un baile a Pique y justo cuando deja en el suelo a Casillas para convertir... Su Mamá lo llame para cenar... Sólo una madre tiene más autoridad que un arbitro...  

.... Y menos autoridad tiene alguien que detesta el deporte rey... Gente que odia el sudor... Pensando que hacen bien el amor... Que el mundo es cuadrado... Que Dios no existe... Y que no hay peor invento que el fútbol... Pobres.... Nunca han apreciado la construcción de una pared sin ingenieros de por medio... La insolencia de una huacha... Lo audaz en una chalaca... La elegancia de un regate... Pobres... ¿Cuándo van a saber diferenciar el placer de lo mundano?... El fútbol es capaz de sacarte de la pobreza... O también, hundirte en la más pura soledad y miseria...

... Si no gritas cuando tu equipo hace un gol, quizás no estas viviendo bien... Tal vez, tengas un problema de difícil solución... O de erección... Hazte ver... Cuando un juego en una pantalla detiene tu marcha... Y desesperadamente preguntas ¿Cómo va?... Sonríe... Si eres de los que tiene un presupuesto exclusivamente destinado al fútbol... Estas decidiendo bien... Un hijo siempre esperará un balón antes que una lección... Si eres de esos bárbaros salvajes corriendo tras una pelota... Eres de los nuestros... De aquellos que inventan mil motivos para no perderse un match... De esos que juegan aunque lo hagan mal... Pero que ahí están... Ahí estamos... Víctimas de una pasión que, felizmente, muchos entienden... Y es lo único de lo que sí entendemos bien...

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viernes, 16 de mayo de 2014

Romance eterno

Bajo un cielo sin luna ni estrellas, aceleró el paso para dirigirse a casa deprisa. Al llegar, subió las escaleras velozmente. Sacó la llave del departamento y como todas las noches, ya sabía qué hacer. Abrazó a su amada que, inmóvil y tendida sobre la cama, recibía el más puro amor. Se mezcló entre sus rancios olores y besó muchas veces ese cuerpo que siempre deseó, nunca fue suyo, pero que en un nuevo estado, ahora le pertenecía eternamente. 

Cuando terminó, fue el hombre más feliz del mundo. Y entonces pensó que el romance perpetuo si era posible. Por encima, incluso, de distintas opiniones y reglas impuestas por la sociedad. Con la pasión que sentía podía derrumbar todo prejuicio y amar con plena libertad. Suspiró y se acostó al lado de ella, mirando cada detalle de su rostro inerte y velando por sus sueños hasta el amanecer.


Al despertar, se vistió rápidamente con su bata blanca. Cambió algunas sábanas, roció el cadáver con formol y se marchó -como cada mañana- a la morgue a trabajar. 

viernes, 25 de abril de 2014

¡Púdrete Arjona!

No siempre quise ser escritor ¿sabes? Hubo un tiempo en el que quería ser cantante. No te rías, es en serio. Lo deseaba con todas mis fuerzas. ¿Mi voz?, sí, lo admito, era hasta las huevas. Pero fui Toribianito, alucina. ¿Paja?, nada, era un plomazo. Lo más aburrido del mundo. Yo iba para completar la última fila que ahí nadie quería estar porque no salías en la foto, aunque lo bueno era que así te librabas de varias clases.

Era de esos chibolos que escuchaban una canción pegajosa y la tarareaban hasta el cansancio. Mentalmente y en voz alta. Y así fui creciendo, hasta que consideré que además de cantar, también podría tocar un instrumento. ¿Cual? La guitarra, por supuesto. Le metía ganas día y noche. Pero como en todo, algunos nacen con el don y otros no. Y yo no había nacido con ese don. ¿Qué don tengo? Puta, no sé. Pero eso no viene al caso. 

Bueno, en eso estaba, asimilando mi vida de canta-autor. ¿Sí? porque también me había decidido a escribir mis propias temas. ¿Ah? No, no seas pendejo, no te voy a cantar uno ahorita. Sólo te diré que mi música era post-punk-experimental. ¿Que mierda es eso? Ni idea, pero suena paja ¿no? Pero ya pues, déjame terminar de contarte como se fue al tacho mi carrera como cantante. ¡Aja! Fue por ella. Aunque también, y por eso lo odio, fue por él. 

A ella la conocí con 20 años y un domingo de verano y playa. ¿Qué si estaba rica? Sí, tenía lo suyo. Yo estaba con mi guitarra que compré en plaza 2 de mayo, haciendo la finta, sacando un cover de Ramones (o eso creía) cuando se me cruzó en el camino. A esa edad, el amor a primera vista más que mito, es regla. Nos empezamos a ver seguido, tardes de helado y noches de cine. Todo iba bien, hasta que sus indirectas, se volvieron directas musicales: Quería que le haga una canción. 

Al inicio me emocioné. Pensé que era amor eterno. Creí que la tarea resultaría fácil. Pero no fue así. Por alguna razón que al principio no entendía, ninguna letra le parecía lo suficientemente romántica. Me pasaba días analizando cada estrofa, mezclando los versos más cursis, afinando mi voz con gárgaras de nabo, coordinando los sonidos de mis cuerdas, y nada. Nada le gustaba. ¿Qué por eso no salía? Aja, es que estaba en mi proceso creativo. A punto de rendirme, intente buscar una influencia. Una referencia de la cual ella tenga un gusto en particular. 

Hasta que una noche me confesó ese secreto oscuro. Cuando estaba a punto de desfallecer artísticamente, me clavo la estaca más profunda. Le pedía ayuda con el corazón en la mano, y me mostró su lado más turbio. Necesita algún aliento dulce, pero ella sólo me escupió el último suspiro de un sabor amargo. Esperando un pronto auxilio, sólo pude escuchar las últimas palabras provenientes de sus labios: "Es que no cantas como Arjona".

Si pues, me cagaron. ¿Y qué hice? La mande a la mierda. ¿Y por eso deje de cantar? Aja, fue un golpe bajo. Me costó trabajo recuperarme. ¿Y qué por eso ahora escribo?... Sí, pero no se lo cuentes a nadie.

sábado, 15 de marzo de 2014

La gente que almuerza parada

La última vez que Rodrigo Quispe Janampa caminó por las cuadras de la avenida San Pablo, cerca al Mercado Mayorista Nº 1 de La Victoria, “La Parada”, sus calles lucían con tantas toneladas de basura que era imposible determinar en qué lugar terminaba el suelo y donde comenzaba el cielo. Hoy, que vuelve a visitar el mismo lugar, una sonrisa se dibuja en su rostro al comprobar que, a pesar de todo, es posible apreciar el cielo gris que cubre a todos los distritos de Lima. 

El primer momento que interviene su recuerdo es una pequeña imagen de él, esquivando la basura como si fueran minas antipersonales, cuando apenas era un niño que obedecía las ordenes de la gruesa voz emitida por su padre, que le sugería no alejarse más allá de donde su progenitor pudiera verlo. El padre de Rodrigo, Saturnino Quispe Guardia era un vendedor mayorista de verduras que emigró en su adolescencia de su natal Ayacucho con la esperanza de todo migrante: encontrar un futuro mejor para su familia sin importar que cada triunfo mínimo signifique un esfuerzo máximo; como mantenerse despierto hasta tarde para luego levantarse muy temprano. Ahorrar lo suficiente y gastar lo conveniente, atraer clientes con precios bajos a pesar de la inflación alta y sobretodo, ayunar en las mañanas y almorzar de pie por las tardes.

El enorme bus que trasladó a su padre desde tan lejos lo desembarcó tan cerca de la avenida Aviación que la impresión que obtuvo de la capital fue de desorden y caos total. Su primera fuente de ingresos la generó gracias al comercio ambulatorio de caramelos que en realidad era una especie de estudio de mercado para establecer una forma más productiva de ganar dinero. Como resultado, concluyó que la manera correcta de hacerlo era vendiendo verduras. El tubérculo elegido fue la papa, por considerarlo de salida más comercial. Primero de manera informal, hasta que con el paso de los años y el peso del empeño, pudo conseguir un puesto dentro del mismo Mercado Mayorista.

Una mañana de enero y con el progreso a cuestas, nació Rodrigo. Su madre, María Janampa Yauri, ya establecida en Lima gracias al trabajo y al pasaje en ómnibus que pudo comprar su esposo, no soportó más los nueve meses de embarazo y las consecuencias de trabajar gestando. Felizmente, fue traslada a tiempo al hospital Obrero, donde alumbró al primer hijo de la familia Quispe-Janampa. Quien a su vez sería el único, pues debido a una complicación postnatal la madre de Rodrigo quedó imposibilitada de tener más hijos y dedicada a mantener en orden el pequeño hogar que pudieron rentar en las faldas del cerro San Cosme. Lugar catalogado como uno de los lugares más peligrosos de Lima para los visitantes, más no para los residentes.

Por inducción, Rodrigo sabe que no es bueno quedarse quieto por mucho tiempo en el mismo sitio si se transita por los alrededores de La Parada, donde curiosamente todos están en constante movimiento: vendedores mayoristas que ofertan sus productos a compradores minoristas que deben perseguir a los estibadores, quienes llevan sobre sus espaldas sacos de verduras a toda prisa para combatir la competencia y evitar a los ladronzuelos que esperan el menor descuido para llevarse algo, cualquier cosa. Lo que sea. Debido a ese valioso conocimiento previo, decide desplazarse con sumo cuidado, evitando a su vez las enormes carretas de madera empujadas por hombres que parecen pequeños camiones. Teniendo el mismo cuidado que empleaba de niño al regresar de la escuela.

Todo padre tiene por principio básico ofrecer a su hijo todo aquello que él nunca pudo recibir. Cumpliendo la misma norma, Saturnino Quispe Guardia consideró conveniente que no existía mayor inversión que la educación de su hijo. Una formación cultural y esencial que él no concluyó pues apenas pudo estudiar la primaria en una pequeña escuela de Ayacucho. Sin consultar previamente a su esposa y luego de largas visitas que incluían también largas colas a centros educativos particulares, decidió matricular a su retoño en un colegio exclusivo y salesiano. Una escuela muy cerca de La Plaza Bolognesi, en el que se vio sometido a sortear docenas de obstáculos y realizar otra cantidad similar de trámites.

Durante los primarios años escolares, Rodrigo resultó ser un estudiante aplicado. Llegaba a tiempo siempre a clases con la ayuda de unos viejos buses que lo llevaban por todo 28 de Julio hasta la avenida Brasil. Era reservado en sus comentarios y siempre dejaba que los demás niños hablarán sobre los dibujos y series que él no podía ver porque en su televisor con antena de conejo era complicado captar más de dos o tres señales.  Su única preocupación consistía en pasar de borrador a limpio todas las tareas asignadas por estrictos profesores y estudiar para los exámenes que solían prolongarse por horas. Sin embargo, en la secundaria su tranquilidad se vio amenazada por los chicos que se ubicaban en las últimas carpetas del salón para evitar ser pillados cometiendo sus fechoría y también, para evitar responder las preguntas más difíciles.

“Cholo” es un adjetivo que califica a personas con ciertos rasgos indígenas en el país. Y no es ofensivo si es utilizado cariñosamente pero Rodrigo lo detestaba cuando lo empleaban en él sin ninguna medida de amistad posible. Es más, con el eco que generaba aquella gran escuela, su sobrenombre se fue transformando en un acto despectivo que utilizaba la mayoría de estudiantes. Tuvo que esconder su pasión por Alianza Lima, y la camiseta que papá le regalo luego de un paseo por Gamarra, debido a que todos los blanquiñosos del colegio resultan ser hinchas de Universitario, el equipo rival y no tenían ningún reparo en mostrar sus polos cremas. Pero eso no fue lo peor, el asunto de descalificarlo se agravó cuando sus compañeros adolescentes descubrieron su procedencia, en donde vivía, el trabajo de su padre y la extraña fonética de sus apellidos. Dejo de ser el “Cholo” para ser “La papa” y la burla de toda la sección “C” de ese claustro que él empezó a considerar infernal.  

Su padre no entendía porque el malestar de su hijo y ese cambio repentino de actitud. De pronto, Rodrigo hallaba pretextos para no asistir a las faenas sabatinas del Mercado Mayorista que iniciaba a las cinco de la mañana y que consistían básicamente en armar cerros de papa y venderlos todos antes del mediodía. El charibori, que consideraba una delicia devorarlo sobre la enorme balanza Guersa, dejó de considerarlo exquisito y cada sabor, de los muchos que mezclaba este curioso plato Victoriano, lo calificaba de desabrido e indecente. Eludía la obligación de llevar el almuerzo en portaviandas y ocultar el dinero dentro de las medias. Ya no encontraba divertido tirarse sobre las montañas de papa amarilla o tomasa con el fin de causar grandes deslizamientos en el que su padre siempre lo rescataba para después limpiarlo y subirlo a una carreta para llevar al herido al centro de salud más cercano a la imaginación. Siempre imitando el sonido de una ambulancia. Dedicándole el poco tiempo que no tenía. Inventando para su mayor motivación juegos de corazón.
  
Ahora que Rodrigo recorre los mismos puestos de La Parada y encuentra los similares cerros de verduras, hace un gran esfuerzo para contener las ganas de arrojarse sobre las papas y provocar una avalancha más. También contiene las ganas de recapitular cada error consecutivo cometido después de culminar la escuela y que lo alejaron de aquel inmenso mercado y también del hogar. Pero no puede. Con su buen promedio escolar pudo ser admitido en una prestigiosa universidad que logró pagar gracias al sudor y desvelo de su padre, quien no recibía ningún crédito por su noble acción. Incluso, tuvo que multiplicar las horas de trabajo en el Mercado Mayorista y sacrificar los momentos de sueño en su pequeña casa del cerro San Cosme en la que Rodrigo dejó de vivir para mudarse y residir en un domicilio más cercano a su nuevo centro de estudios. Un enorme campus en el que la mayoría ingresaba en autos y eran unos pocos quienes lo hacían a pie. 

Tan ferviente esfuerzo elevó la posición social de Rodrigo quien recibió un auto como regalo de graduación el día que concluyó sus estudios de ingeniero agrónomo. Pero por otro lado, disminuyó el vigor y salud de su padre a quien unos fuertes dolores en la espalda fueron postrándolo progresivamente a una cama hasta volver inútil su columna, así como las ganas de seguir trabajando por su hijo. Aunque este ya lo tuviera todo. O casi todo. Pues difícilmente uno puede encontrar el camino a la felicidad si no recuerda que dejó atrás antes Y él dejo mucho, definitivamente, lo más valioso. Abandonó a su dedicada madre y el respeto por el valor de su padre que lucho tanto desde abajo para que él disfrutara los resultados de arriba. Renunció a su condición de hijo inmigrante para ocultarse entre las sombras de una nueva identidad y omitía decir que vivía en La Victoria para responder en voz baja que vivía por La Victoria, ese distrito Limeño tan popular y criollo que acogió a su padre sin importar su origen.
 
Lamenta el tiempo que no pasó al lado de papá y poder darle un abrazo extra, escuchar una historia más. Admirar su esfuerzo y brindarle las gracias. Se aflige reconociendo que su conducta mezquina sólo le permitió tener un mejor status, pero no una mejor calidad de vida. Por ello camina cabizbajo, conteniendo algunas lágrimas, sorteando los obstáculos entre los que su padre se mezclaba en el Mercado Mayorista Nº 1 y donde laboró por tantos años para que él almuerce tranquilo cada día sobre una mesa. Mientras que su progenitor y toda la gente que ansiaba progresar soportando tanta miseria, almorzaba parada.


Avanza unos metros más hasta llegar al puesto de su padre, saluda con cierta resignación a algunos vecinos comerciantes que aún reconoce y extrae una hoja de papel del bolsillo del pantalón. Inmediatamente después la pega en la puerta enrollable del establecimiento de Saturnino Quispe Guardia que luce misteriosamente cerrado al público. Cuando se retira tratando de seguir sus mismos pasos, todavía alcanza a ver de reojo la pena en los rostros de las personas que leen sorprendidas las palabras plasmadas en la nota: Cerrado por duelo. 

viernes, 28 de febrero de 2014

La misteriosa historia del loco carnaval

¿Alguien le preguntó su nombre? ¿Recuerdas de donde venía? ¿Sabías a que lugar iba? ¿No era extraño que solamente apareciera en febrero?

Sí, porque el loco carnaval sólo nos visitaba en febrero. Cada domingo de ese mes lo podíamos ver desde temprano en el barrio, esperando que tú sacarás el agua, que yo ponga los globos, que ella preste los baldes, que él traiga la pintura y que los hermanos de la esquina nos abran la puerta para joder desde el balcón de arriba. ¿Pero no te parecía demasiado sospecho que el loco carnaval nunca trajera nada?

Sólo llegaba con su sonrisa inmensa y sus ganas desenfrenadas de mojar. De jugar. Era como un niño grande con alta dosis de adrenalina. O como un grande con ganas de ser niño por tanta cocaína. No le podías hallar una pizca de maldad en su mirada, y a pesar de se mayor, uno no terminaba de entender como se involucraba tanta con la causa carnavalesca y el desperdicio de agua. Pero a esa edad no la sabes, y el loco carnaval tampoco lo sabía.

Y muchas cosas no sabía el loco carnaval. Por eso nadie le preguntaba nada. En lo niños la interacción fluye naturalmente. No necesitas saber donde vives o que usas, sólo tienes que estar dispuesto a aceptar con un enorme ¡Sí!, si es que te invitan a jugar carnaval. Y aunque al loco nadie lo invito, lo aceptábamos igual. Con su cara de borrego degollado, el cabello crespo y los ojos desorbitados.

Tenía buena puntería el loco. Donde ponía el ojo, ahí ponía el globo. En la mitra de algún chibolo espeso o en el culazo de esa flaca que nunca te deja de gustar. Lo mandabas a pintar por encargo, a la chica sobradita, y él iba. Sin preguntas, como los sicarios y sin éxito, como los políticos. Hasta tarde se quedaba el loco, y el último domingo de febrero que también era el último día de carnaval, el loco, sin despedirse, simplemente desaparecía.   

¿Alguien recuerda la última vez lo vio? Yo tampoco. Claro, y vas a decir que lo viste por aquí o por allá. Por el 12, por Belaúnde o La Pascana. Pero acaso cuando fuiste creciendo, y perdiendo la inocencia, nunca escuchaste esas conversaciones de las tías chismosas, los rumores de los vecinos entrometidos, los consejos de los hermanos mayores, el sermón de tus viejos preocupados, preguntándote alguna vez: ¿por qué cada domingo de febrero llevabas siete litros de agua en siete baldes iguales para siete bolsas de globos si toda la vida fueron seis? 

Puede que nunca lo entiendan y puede ser que nadie más lo veía; pero en el fondo, sólo tú, yo, ella, él y ellos; sabemos que con el loco carnaval siempre fuimos más de seis.